He sido bendecida. No sólo fue uno, fueron dos los hombres que llegaron a mi vida para llenarme de la felicidad que tanto andaba buscando.
Tanto afecto, respeto, atenciones. Dos hombres inteligentes que cada uno en su ramo, se destacan como muy pocos.
Seres que podrían darme mucho más de lo que podría necesitar, que dejarían muchas cosas, intereses propios sólo para complacer mis caprichos. Ambos sienten una atracción inexplicable por mí (realmente no sé que ven en mí) y ambos esperan ver alguna reacción, la cual dudo mucho que llegue. Soy cobarde, he empezado a temerle al amor.
No quiero herir a nadie, no me lo perdonaría nunca si llegaran a sufrir por mi culpa. Pero alguien saldrá lástimado, tarde o temprano.
Y ¿cuál es el mayor obstáculo? ¿cuál es el problema de tanto afecto? El afecto no daña a nadie... Sí, el afecto no daña, lo que daña es la despreciable distancia que me separa de ambos. Los kilómetros se convierten en dagas de cristal que perforan la razón y marchitan los sentimientos.
Aquí estoy, feliz con ambos y ninguno está a mi lado. Sigo sola en compañía.
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