Hay obras de arte que perduran siglos. Las contemplamos aún en museos y galerías: el viento en los pliegues de la Victoria de Samotracia, la sonrisa enigmática de la Gioconda, los hipnóticos girasoles de Van Gogh… Pero a veces encontramos otras, fugaces, que surgen y desaparecen frente a nuestros ojos, inasibles como el tiempo que huye en gestos tan cotidiano como beberse una taza de café.
La historia de Breach, sin embargo, no repite la aventura mil veces contada de un hombre talentoso descubierto por un dichoso azar. En realidad este neoyorquino llegó al arte por aburrimiento. Según relató a la página web Storyboard, el año pasado, mientras consumía su hastío en la cocina de un hotel, comenzó a hacer bocetos sobre la espuma con un palillo de bambú. Sus sencillos dibujos –un corazón, un osito Teddy, la cara de su jefe—atrajeron la atención de sus compañeros. Con la práctica alcanzó la maestría necesaria para reproducir los rostros de Salvador Dalí, Eduardo Manostijeras y Beyoncé.
"¡Estoy muy feliz de que mi antiguo trabajo fuese tan aburrido! De otra manera no habría hecho esto", declaró Breach, quien aspira a crear un movimiento inspirado en sus retratos al café con leche. También ha manifestado su intención de asociarse a alguna compañía tostadora de café para instalar un estudio y lanzar su carrera.
El arte de café con leche –o latte art, en inglés— emergió en los Estados Unidos en los años 80 gracias a los experimentos de David Schomer, dueño de Espresso Vivace, una cafetería de Seattle. Schomer creó el ahora popular diseño del corazón, con una técnica que había aprendido de un barman en la ciudad italiana de Milán. En la actualidad se celebran varias competencias y un Campeonato Mundial de Arte del Café con Leche, que el año pasado tuvo como sede a Seúl.
Los lectores bilingües podrán escuchar la historia contada por el propio Breach en este video publicado en Youtube.
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